A mí me pasan cosas surrealistas. Raras, muy raras. -Sí, creo que raro, en su correspondiente variante, sería el adjetivo idóneo.- Cosas que normalmento no cuento, porque...¿Quién iba a creerme?
El otro día un señor de setenta años, un cordobés que vivía en Alicante, me intentó vender su libro de poemas después de recitarme unos cuantos, y decir de manera inquisitiva que no entendía por qué me llamaba Ana. Ese nombre no pegaba con su poema. Había vivido en Luxemburgo. Se ofreció a acompañarme a la universidad y recitarme más poemas de camino. No muy educadamente decliné su oferta.
Ahora estoy en el tren camino a la que, pase lo que pase, siempre será mi casa. Se ha averiado un par de veces. Problemas con la electricidad, acompañados de 'técnicos'. Me encanta cuando la palabra 'problemas' lleva 'técnicos' detrás. Simplemente me encanta. Sirve para todo y aclara nada.
Dos asientos más atrás una pareja, matrimonio supongo, de sesentones hacen un autodefinido juntos. No sé si me parece adorable u odiable. Dejémoslo en topiquísimo. Ella falla de manera reiterada así que ha abierto un libro no muy ancho con la portada azul marino. Hay un hombre que debería estar sentado en el último asiento pero no para de caminar de una lado a otro. Va maldiciendo en catalán. Me ha empezado a dar miedo, está hablando solo. Llevamos media hora parados. El chico que hay dos asientos más alante, no se separa del móvil, tenía planes y ahora está llamando a todos sus amigos. 'Voy a llegar un poco más tarde'. Al primero le dio más explicaciones, pero le puede el tedio (me apetecía escribir 'tedio').
Ya salimos de San Gabriel y puedo seguir leyendo tranquilamente 'La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina', aunque el tío raro del fondo sigue maldiciendo en valenciano ¿O era catalán? Nevermind.
Esto es de lo más normal que me ha pasado hoy. Hace un rato un chico de Elche se sentó a mi lado en la estación mientras esperaba el tren. Había vivido en Luxemburgo y en Polonia.-Últimamente todo el mundo ha vivido en Luxemburgo. Tendré que ir.- Ahora trabaja en Elche. Las polacas son más listas que los polacos. Quiere estudiar italiano. Y sé todo esto porque después de decirme que tengo cara de buena persona y de chica agradable (desde ahora la cursiva detona ironía), me ha contado su vida. Me ha preguntado mi nombre y me ha dicho el suyo, pero no lo recuerdo.
'¡Qué tengas mucha suerte en la vida!' Así se ha despedido. Ha sido curioso.
Tengo ganas de llegar a casa.